La prisa
La prisa. Me resulta curiosa. En muchas ocasiones, la pongo en duda.
Todos los días de camino al trabajo, en esa franja de horas punta ya sea en coche o en metro, me encuentro con ella. Todos. Bueno, puede ser que entre 1 y 3 días al año no sea así y en el momento me llama la atención. Lo sé porque he sido consciente.
Es sorprendente cómo se ha hecho su hueco de forma constante, se ha hecho costumbre y es frenética. Cuando te paras a pensarlo, llama la atención la carrera de casi todos nosotros (y aquí me incluyo porque soy consciente de que me pasa muchas mañanas) por ser el primero en subir las escaleras mecánicas, el primero en salir del vagón cuando se abre la puerta del tren, el primero en pasar el torno para salir de la estación, el primero en adelantar al resto, en llegar al semáforo para salir el primero cuando este se ponga verde, el primero en llegar para coger sitio... Todos los días. Una carrera constante, alimento principal del estrés. Me he estresado solo al escribirlo.
¿En serio tenemos la misma prisa todos los días? ¿En serio llegamos siempre tarde? ¿Es que 2 o 5 minutos van a cambiar mucho nuestro día? ¿O quizá es que entramos en una espiral de contagio al ver al de al lado con prisa y eso nos produce tal agobio, que no podemos quedarnos quietos? Yo misma me lo pregunto cuando me veo actuar así, con prisa porque sí. Y algunas mañanas me doy cuenta de que no tengo motivo. Entonces paro y me lo tomo con más calma porque desde luego empezar todos los días con tanto estrés, me mata. Así es, literalmente.
Sabemos que el estrés nos consume, día tras día. Que en general, es una de las enfermedades que más nos afecta como personas, a nuestra mente, a nuestro cuerpo. Un montón de señales aparecen para advertirnos de que vamos demasiado rápido, de que nuestra forma de vivir es extremadamente ansiosa, de que abarcamos demasiado, pero nos cuesta aceptar esas señales y no cambiamos de hábitos. Ni de actitud, ni de forma de vida. Puede que en algún momento lo pensemos, seamos conscientes e incluso lo intentemos, pero en seguida nos vemos arrastrados por el ritmo de la sociedad. Ese círculo que todos conocemos de sobra, donde oímos y aceptamos frases como "es para ayer", "lo necesito ya", "comida rápida", "adelgaza en 5 minutos", "aprende inglés en un mes", "google maps te calcula la ruta más corta"... etc, etc, etc. ¿De verdad lo necesitas para ya? y si no está ¿qué puede pasar? Estrés. ¿De verdad prefieres comer rápido? ¿De verdad creemos que las cosas difíciles se consiguen en 5 minutos o en un mes? ¿De verdad te va influir que una ruta u otra de google maps se diferencien por un minuto?
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Entiendo perfectamente que necesitemos yoga, mindfulness y terapia. Bienvenidas sean cada una de estas disciplinas, porque en serio, cada vez estamos peor. Ya hace un tiempo que estas prácticas llegaron a nuestro país y en general, se conocen. Pero ni se valoran tanto como deberían, ni todavía se ha extendido su práctica entre TODO el mundo. Y de verdad, opino que si TODO el mundo practicara aunque fuera una sola de ellas, sin duda nos iría mejor, en general. Como sociedad, como país, como mundo. Prometo escribir otro post que hable más de estas prácticas. Hoy solo quería compartir mis reflexiones sobre la prisa, porque creo que es algo que nos afecta mucho más de lo que realmente somos conscientes. Cuántos hemos presenciado verdaderas peleas por unos minutos más, por alguien que se cuela, por un adelantamiento absurdo... Nos afecta en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos, en nuestra dedicación profesional, en nuestro desarrollo personal, en nuestra salud mental y física... No tengo duda alguna de que está directamente relacionado con nuestra felicidad.
Por eso creo que hay que controlar esta forma de vida. Hay que intentar saborear y disfrutar de la tranquilidad, de las cosas que llevan tiempo. El tiempo no se recupera pero la calidad con la que lo vivimos, está en nuestra mano y eso es muy importante. Creo que en el paso a la era industrial perdimos algo muy preciado y es el valor de las cosas bien hechas, del esfuerzo y tiempo que nos lleva conseguirlas. Creo que hay que intentar recuperar parte de lo perdido, si hemos aprendido de los errores, deberíamos recuperar del pasado aquello que merece la pena. Por eso me atrae tanto la vida de campo, la vida sencilla con poco. Creo que ahora mismo tiene mucho sentido de cara al futuro.
Que cada uno analice donde encuentra su paz y su inspiración, su vida en calma. Lograr un equilibrio en nuestra vida, debería ser nuestro principal objetivo para ser felices.
Tanto si os cojo de vacaciones, como si todavía no, os animo a que durante vuestros días de descanso reflexionéis sobre este tema y sobre qué forma de vida queréis poner en práctica cuando volváis a vuestra rutina. Disfrutad del verano y vivid el tiempo despacio, sobre todo, mentalmente. Es necesario.