Días de lluvia
A la mayoría de la gente le deprimen los días de lluvia. El sol gana la partida, permite estar a gusto en cualquier plan de exterior. Lo entiendo y puedo coincidir, pero me encantan los días de lluvia. Para mí lucen también, aunque de otra manera. Son días en los que me gusta hacer, me inspiran tranquilidad y relajación. Aprovecho tanto para encerrarme y disfrutar de un día 100% casero a cobijo, como para salir de la ciudad, e irme al campo. Reconozco que ponerse en movimiento cuando llueve puede resultar complicado, o dar pereza, pero a mi me gusta irme a un entorno lo más natural posible y disfrutar del fenómeno (a no ser que esté diluviando a mares, obviously). El verde bajo un cielo blanco o gris refleja un tono único, mucho más intenso. Quizá por eso me encanta el norte; el norte de España, el norte del mundo. Llueve y es verde. En días así aprovecho para hacer fotos de exterior a tope. Son las mejores.
Cuando no salgo de casa aprovecho para ir resolviendo el listado de tareas pendientes que parecen no tener fin (la satisfacción del check es realmente des-estresante) o simplemente, para descansar. Acurrucarte en el sofá bajo una manta y dejarte llevar por un buen libro o, actualmente, una buena serie, mientras pasan las horas y fuera cae un "tormentón", es de los mejores placeres caseros que existen. Me gusta hacerlo también si hace sol, pero no es igual. En una ciudad como Madrid, en la que no estamos acostumbrados a que llueva mucho, todo se vuelve un caos y la verdad es que poco se puede hacer cuando llueve. Para muchos se convierte en la excusa perfecta para no hacer nada. No es mi caso, no el no hacer nada, que también podría ser, sino el necesitar una excusa. Qué importante es recargar pilas y qué poco lo hacemos sin sentir que perdemos algo a cambio...
Haga lo que haga, me encanta levantar la vista y ver llover a través de la ventana, los cristales llenos de gotas resbalando, oir el sonido fuerte del agua chocando contra el asfalto, o de los truenos. Abrir la ventana para inspirar hondo y sentir el olor a humedad que tanto echo de menos... Hace que la ciudad sea menos ciudad, que la naturaleza se imponga al tiempo, a los horarios, al tráfico, a los edificios y sobretodo, a la polución. Es fuerte, pura, limpia. Y está por encima de todo.